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La buena prensa es la que molesta a los gobernantes

Posted by Prof Sergio 09 en junio 5, 2009

 

 

CARACAS, jun (IPS) – Algunos gobiernos de izquierda y centroizquierda en el mapa latinoamericano, «desde Argentina hasta Nicaragua», pero también de derecha, adoptan el credo de no necesitar de la prensa para establecer una línea directa con sus gobernados, observa el colombiano maestro de periodistas Javier Darío Restrepo.

Una muestra fue el llamado de los presidentes Rafael Correa, de Ecuador, y Hugo Chávez, de Venezuela, el 24 de mayo, a que la novel Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) crease una instancia «que defienda a los gobiernos de los abusos de la prensa».

De allí partió una conversación con IPS en la que Restrepo –profesor de ética en la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano y con una trayectoria de 49 años en el periodismo impreso y de 25 en televisión– advirtió sobre la concentración del poder y la pérdida del talante crítico de un periodismo que se aferra demasiado a las fuentes oficiales.

IPS: Los presidentes Correa y Chávez reclaman la necesidad de instancias que defiendan a sus gobiernos de los abusos de la prensa.

JAVIER DARÍO RESTREPO: Es un problema viejo. En 2004 el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo publicó un informe sobre la democracia en América Latina con un dato revelador, la opinión de distintos presidentes acerca del papel de la prensa.

Y hay una coincidencia en casi todos acerca del perturbador poder de la prensa, que es un poder que se interpone entre la voluntad de ellos de gobernar y la acción con la población, es decir, sienten que hay un poder paralelo. Esto no debe sonarnos nuevo a los periodistas. La buena prensa es precisamente la que molesta a los gobernantes. Quien está en el poder necesita, como aquel caballo de Sócrates, un aguijón que le impida dormirse.

IPS: ¿Se ha distorsionado lo que debe ser la relación entre gobiernos y prensa?

JDR: Quien está en el poder tiene una distorsión muy grande acerca de sí mismo y de la función que le corresponde cumplir. En el menos malo de los casos, cree que debe cumplir una función de padre solícito que, en razón de su solicitud, despoja de la capacidad de decisión a su protegido.

Es lo que pretenden los gobiernos cuando multiplican las reglamentaciones sobre lo que se puede leer o no, lo que se puede ver o no, sobre los que se puede o no hacer. Es como si se convirtieran ellos en los padres de esa gran familia que es toda la sociedad, y por tanto asumieran lo que los padres asumen por amor, en tanto ellos lo hacen por autoridad.

IPS: Llama la atención que ocurra con algunos gobiernos de izquierdas que lucharon por libertades como la de expresión y la de manifestación de los pueblos en defensa de sus derechos. ¿Por qué?

JDR: Uno es el horizonte que uno ve cuando está en la llanura, y otro es cuando se está en las alturas del poder. Aquello de Lord Acton (John Acton, 1834-1902) acerca de que el poder corrompe, tiene una gran amplitud. Corrompe en la capacidad de conocer y, desde luego, la capacidad de evaluar las situaciones.

El hecho de que sean de derecha o de izquierda a mí me parece irrelevante. El poder corroe lo que sea, y lo de derecha o izquierda resulta irrelevante frente a su poder corrosivo. Y cuando el poder se concentra en unas manos, resulta explosivo para la psicología del dueño de esas manos. Nuestro presidente en Colombia (Álvaro Uribe) ha reunido todos los poderes prácticamente. El fenómeno es igual, y la reacción del ser humano es igual. Quedan atrás todas las ideologías.

IPS: Algunos gobernantes plantean que las causas que defienden son tan justas y el futuro por conquistar es tan promisorio que bien pueden hacerse a un lado funciones de intermediación que se atribuyó el periodismo.

JDR: Hay una tentativa general para prescindir de la prensa, como un intermediario inútil, pues el gobernante al tener tanto poder en las manos cree que también el de la información es un poder que debe manipular y que él puede establecer línea directa con la población, sin intermediarios.

Es el pensamiento que está predominando desde Argentina hasta Nicaragua. Tanto en Argentina como en Nicaragua se ha formulado esa expresión, «no necesitamos de la prensa».

IPS: ¿Cree usted que ese pensamiento desfavorece la democracia?

JDR: Sí, porque la democracia es gobernar discutiendo, y si los gobiernos son incapaces de discutir es porque son incapaces de construir una democracia que tiene como fundamento no el dinero, no las armas, no las leyes, sino la palabra.

Cuando se pretende establecer esa línea directa gobernante-gobernados es porque se quiere prescindir de las instancias especializadas que son las que fiscalizan, las que tienen un manejo técnico de la información, que son las que cumplen el papel que en el ágora cumplía el heraldo. Cuando no hay ese intermediario, entonces el poder engaña impunemente.

IPS: ¿Quizá el quehacer periodístico dio base para esa actitud desde el poder?

JDR: Eso me parece que crea una coyuntura muy importante para la prensa, que es pensar, y descubrir, que ha utilizado al poder como fuente única, como diciéndose «si los organismos oficiales no nos dan información, ¿quién podrá defendernos?».

Y resulta que sí nos puede defender otra clase de fuentes. Caemos además en cuenta de que estamos viendo los acontecimientos siempre desde arriba. Nuestra reacción instintiva como reporteros, cuando sucede algo, es ir a buscar la autoridad que nos dé la versión oficial. Estamos casados con, y cansados de, versiones oficiales. Y puesto que sólo utilizamos la versión oficial, se nos olvida que hay otras versiones.

IPS: ¿Cuáles son esas otras fuentes que nos lleven a otras versiones?

JDR: En el caso nuestro, en Colombia, hay una versión que siempre se ha olvidado: es la de las víctimas. Las víctimas sólo se tienen en cuenta cuando dan la versión espectacular, sensacional, que hace circular periódicos.

Pero la versión de la víctima que nos permite visualizar qué es lo que ha ocurrido, llegar hasta las raíces de lo que ha sucedido, esa no se tiene en cuenta. ¿Por qué? Porque se piensa que esa víctima no tiene capacidad suficiente para analizar su propio sufrimiento. Dejamos que exprese su dolor, pero no el análisis, el pensamiento, la reflexión, la inteligencia de su propio sufrimiento.

Estamos en una coyuntura favorable para descubrir esas otras fuentes, que no han sido utilizadas, y para liberarnos de la dependencia extrema que tenemos de las fuentes oficiales.

IPS: Los periodistas soslayamos esas otras fuentes y apelamos a las del poder, ¿atrapados en la vorágine de las luchas políticas y económicas o también como producto de alguna degeneración en el ejercicio de nuestro oficio?

JDR: Creo que tiene mucho que ver con el ejercicio rutinario del oficio. Nos hemos acostumbrado a ciertas prácticas, de modo que ellas se llegan a convertir en piel de nuestra piel. Lo hacemos durante mucho tiempo y llega un momento en que perdemos el talante crítico ante ese tipo de prácticas.

Se está prescindiendo de una parte de la información, quizá la más valiosa, que es la que dan los que están abajo y los que no tienen la tentación, que da el poder, de mentir y de distorsionar los hechos. Hay que recordar que el poder miente y utiliza la mentira como arma defensiva.

IPS: ¿Por qué pueden ser mejores fuentes las distintas a las del poder?

JDR: La gente de la población es la que puede dar la versión que ellos han vivido de los hechos, que no es una visión contaminada por el poder. Puede estar contaminada por el sentimiento, por el dolor, por la angustia inmediata, pero es diferente, no se ha utilizado.

Creo que estamos en mora de revisar nuestra libreta de fuentes y de ampliarla con fuentes que vengan de abajo, y no con tantas fuentes que vienen de arriba. Y particularmente estamos en mora de someter a examen nuestra dependencia de las fuentes oficiales.

IPS: ¿Será que en el periodismo el tiempo pasado fue mejor?

JDR: Quizá el periodismo del tiempo pasado tenía los sueños intactos.

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